13/7/08

Oda a la milanesa de lentejas


Un día descubrí, creo que a la salida de la redacción de la revista RSVP, un estupendo lugar de comida naturista en Córdoba y Montevideo: se llama Lotos, y combina una escenografía de cafetería de escuela secundaria mezclada con esos restaurantes marplatenses de las vacaciones de la infancia, tipo “Montecattini” o “La Jirafa Azul”, pero dedicado a la comida naturista. Allí probé, tentado por sus buenos precios -$5 la unidad- las hasta entonces inexploradas Milanesas de Lentejas. El flechazo fue inmediato, amor a primera mordida. Tienen, a diferencia de las de soja, un sabor y terneza no demasiado alejada de aquellas que preparaban las madres/abuelas o las de los terceros tiempos de rugby en el buffet del club, y a la vez son infinitamente más sanas y naturales.
Además, en pleno conflicto del campo, permiten una estupenda posición equidistante de los bandos en pugna: ni carne de vaca (después de ver “Fast food nation”, con su espantosa escena del matadero, que en realidad está casi calcada de una toma similar en “La hora de los hornos” de Pino Solanas, el hinduismo se transforma en una opción poco menos que contigua al sentido común), ni milanesas de soja (los “barones” de la ídem arrasan con bosques y naturaleza subidos a la topadora de la codicia ilimitada).
Últimamente, me doy cuenta, tiendo a exagerar y sobrediagnosticar a los que quiero, en quienes veo algún problema de dieta en cada resfrío o cada bajón anímico porque perdió Boca. Sin embargo, también les recomiendo un libro, que se llama “Nutrición ortomolecular”, en el que se explica la relación directa entre la buena nutrición y la salud mental. Curiosamente, cunde la idea de que la nutrición es una especie de “superstición esotérica de hippies emporrados”, cuando en realidad sigue la misma lógica de evaluar la diferencia entre ponerle “nafta Fangio XXI” o aguarrás/kerosene a una Harley Davidson. La comida es el combustible del cuerpo humano, y su incidencia sobre la salud (física y mental) es directísima, el cuerpo sintetiza mucho más rápido los químicos provenientes de la comida natural que cualquier “suplemento” artificial que se compre en farmacia.
Así que, una vez más, trataré de ir a Lotos, donde es notable el “milagro” del cambio de humor y de “polaridad” que percibimos con mi hijo al comer milanesas de lentejas, o cazuelas de seitán (una especie de “Carne-proteína-de trigo”, que se obtiene de la harina). Y, last but not least, es más barato. Incluso en casa se pueden preparar las milanesas de lentejas con: 1 taza de lentejas secas puestas a remojar durante 4 horas mínimo; después tirar el agua del remojo, poner bastante agua nueva y agregar ½ taza de arroz. Cocinar todo junto hasta que el arroz esté bien cocido. Escurrir y luego procesar todo en una pasta. Condimentar a gusto y dejar enfriar en la heladera hasta el otro día. Darle forma de medallones, pasar por pan rallado después por huevo y nuevamente por pan rallado. Hornear durante 5 minutos de cada lado. Se pueden frizar en cantidad antes de cocinarlas.
En el libro “Vivir sin arrepentimiento”, el escritor budista tibetano Arnaud Maitland cuenta cómo, cuando un amigo nutricionista le recomendó cambiar la dieta de su madre –que estaba siendo atacada por el Mal de Alzheimer- y Maitland le trasmitió la idea a su padre, éste le contestó, resignadamente: “Hijo, ya hemos probado con tantas cosas...”
Prueben a no resignarse y prueben también estas milanesas de lentejas. Quizás sea una humilde pero no por ello menos acertada “receta económica” que contribuya al bienestar general sin grandes fanfarrias ni marquesinas, como las cosas que –al fin de cuentas- realmente influyen en la felicidad de las personas.